Más de cuatro meses se llevaron los uniformados en organizar la fiesta. Su vocación de servicio los llevó a lograr gestionar todo lo necesario para que la festividad fuera inolvidable para las cumpleañeras y sus familias.
El radiante sol y la calurosa tarde del corregimiento El Totumo acompañaban el ajetreo de los uniformados de la Policía Metropolitana de Ibagué, que ultimaban detalles para la celebración que habían planeado durante más de cuatro meses.
En esta nueva actividad comunitaria de la policía, se beneficiaron seis familias de las comunas Tres, Cuatro, Seis, Siete, 11 y 12 de la ciudad, quienes fueron seleccionadas tras conocer las historias de vida que han marcado el destino de estas familias.
Las protagonistas de esta historia son Karen, Ana, Angie, Karen Sofía, Sharik y Karol, quienes habían cumplido sus 15 años en el mes de marzo, pero no habían podido celebrarlo por falta de recursos económicos.

La labor que realizan los policías día a día les permite conocer historias y, detrás de cada una, un sinfín de personas valiosas que ven en el uniformado un constructor de sueños y generador de esperanza.
Diez uniformados de las estaciones de policía Norte, Centro y Sur de Ibagué unieron esfuerzos para gestionar con comerciantes, empresas privadas y fundaciones de la capital musical todo lo que se requería para llevar a cabo el proyecto que ellos bautizaron como: «15 razones para servir».
La emoción de las seis niñas fue palpable al llegar a la hacienda Donde Robert, una finca ubicada en el corazón de El Totumo, que abrió generosamente sus puertas para esta celebración. En los pasillos de la hacienda, los vestidos de princesa adornaban cada rincón de la casa; el sonido de los secadores y el olor del fijador para el cabello marcaban los minutos para que se iniciara la calle de honor.
El coronel Diego Edixon Mora Muñoz estaba listo en el centro de la pista para recibir a las quinceañeras, quienes caminaban elegantes, aferradas del brazo de sus edecanes. Sus sonrisas tímidas y sus miradas brillantes dejaban entrever la felicidad por el sueño que finalmente estaban alcanzando. Sus madres, padres y otros familiares contaban los segundos para moverse al ritmo del vals y susurrarles al oído el orgullo que sentían al verlas como princesas de un cuento infantil.

Cuando la noche cayó por completo y las últimas melodías se apagaron, las niñas, agotadas, pero felices, se sentaron a descansar, rodeadas de sus familias y los policías. El cansancio que reflejaba el rostro de los uniformados no era signo de agotamiento, sino de un deber cumplido.
Al final, cuando las últimas luces se apagaban, las seis niñas dejaron un mensaje escrito para los policías: “No solo basta con decir gracias. Nuestras familias siempre recordarán con amor y aprecio el gesto de bondad que hoy todos ustedes tuvieron con nosotras. Este día nos enseñaron que no se necesita dinero para tener un sueño grande. Solo hace falta corazón, esfuerzo y un puñado de esperanza”.