Este martes, Vladimir Putin juramentó para un quinto mandato como presidente de Rusia en una ceremonia en el Kremlin, marcada por el notable rechazo de varios países occidentales, entre ellos Estados Unidos, que optaron por no enviar a sus embajadores al evento. Este gesto simboliza la creciente tensión entre Rusia y Occidente, exacerbada por conflictos como la intervención rusa en Ucrania.
A sus 71 años, Putin se encuentra en una posición de dominio político interno, aunque enfrenta una fuerte oposición por parte de algunos sectores de la sociedad rusa. En el ámbito internacional, la confrontación con países occidentales ha llevado a una situación de estancamiento, con acusaciones mutuas y una falta de diálogo efectivo.
Durante su discurso posterior a la toma de juramento, Putin dejó abierta la posibilidad de conversaciones sobre estabilidad nuclear estratégica con Occidente, pero enfatizó que cualquier discusión debe basarse en la igualdad entre las partes. Esta declaración se produce en un contexto de crecientes tensiones en torno a la seguridad nuclear y los arsenales de armas.
La reelección de Putin en marzo, en unas elecciones cuestionadas por la falta de competencia real y la exclusión de candidatos críticos, ha sido objeto de críticas tanto internas como externas, lo que refleja la compleja situación política en Rusia y su relación con el resto del mundo.