En un giro abrupto que ha encendido alarmas entre ciudadanos y motociclistas, la administración municipal lanzó un plan de choque navideño que prohíbe la circulación de “parrillero” en motos, una medida que algunos califican como exagerada, y otros como una reacción de pánico ante la inseguridad.
Mientras las luces navideñas se encienden y las plazas se preparan para la tradicional festividad, las calles se vacían de acompañantes motorizados. La restricción llega acompañada de controles al porte de armas y al uso de pólvora, ha dejado a muchos residentes varados, con temor de salir a la calle y con la sensación de vivir una verdadera “Navidad vigilada”.
¿Seguridad o represión disfrazada?
Para las autoridades, la medida es necesaria. Según el alcalde Luis Carlos Amézquita, el plan busca preservar “la tranquilidad del municipio” en una época de alta movilidad y celebración. Pero para decenas de familias y motociclistas, la decisión representa una barrera: largas esperas, rutas truncadas, pérdidas económicas, y el miedo a ser detenidos por acompañar a un familiar en moto. Muchos describen la medida como un “castigo colectivo que penaliza al pueblo”.
Una medida extrema para una Navidad con miedo
Detractores de la norma argumentan que la prohibición indiscriminada del parrillero castiga más al ciudadano común, que depende de la moto para trabajar o moverse que a quienes realmente amenazan la seguridad. Para ellos, la decisión suena más a un atajo autoritario que a una estrategia eficaz.











