Subir salarios de forma desmedida y crear más impuestos no mejora la calidad de vida de los colombianos. Por el contrario, genera más inflación, encarece el costo de vida y golpea directamente la canasta familiar, afectando con mayor fuerza a los hogares de estratos 1, 2 y 3.
Un ejemplo claro es el arroz, alimento básico cuyo mayor consumo se da precisamente en los sectores populares. Cada aumento salarial y cada nuevo impuesto impactan toda la cadena de costos hasta llegar al precio final que paga el ciudadano.
Para producir la semilla de arroz se requiere mano de obra, maquinaria, tractores, abonos, herbicidas y fungicidas, todos transportados y utilizados por trabajadores cuyos costos laborales se han incrementado. Luego, en la siembra y el cultivo, el agricultor enfrenta mayores costos por mano de obra, uso de maquinaria, combustible y tractoristas, que también hoy son más costosos.
La recolección del arroz implica nuevamente mano de obra y maquinaria con mayores costos, así como transporte en camión hasta el molino. Allí, el proceso de secamiento se encarece por el aumento del costo laboral, el consumo de energía y mayores cargas impositivas. Posteriormente, la trilla y el empaque también aumentan su valor por mayores salarios, impuestos y costos operativos.
A esto se suma la distribución y la intermediación, donde el transporte y el personal logístico tienen hoy un costo más alto. Finalmente, el arroz llega a supermercados y tiendas, que deben asumir mayores gastos en personal, impuestos y administración, lo que inevitablemente se refleja en el precio al consumidor.
En definitiva, ningún empresario, comerciante o productor asume estos sobrecostos. Todos terminan trasladándose al precio final del producto. El que paga cada aumento salarial mal calculado y cada nuevo impuesto es el consumidor, especialmente el de menores ingresos.
Por eso debemos tener claridad: cualquier impuesto o costo laboral adicional que el Gobierno imponga al sector productivo termina afectando directamente a las familias colombianas, encareciendo los alimentos y reduciendo el poder adquisitivo de quienes menos tienen.
La verdadera política social no es la improvisación ni el populismo, sino controlar la inflación, proteger la canasta familiar y generar empleo sostenible.










