¿Cómo un hombre nacido en una zona rural pobre del Tolima en el primer tercio del siglo pasado, que solo cursó hasta tercero de primaria, tímido, con «cara de atontao», con voz «chillona de grillo», sin apellidos ni abolengos, sin herencias y sin ser narco, o guerrillero, o paraco, o político de uñas largas, se dio el lujo de triunfar en la radio, mandar en la audiencia por décadas, ser parte del imaginario colectivo diario de una ciudad, formar a decenas de periodistas, viajar por el mundo, comprar su emisora, trabajar como corresponsal en el mejor periódico del país, ser conocido nacionalmente por políticos y empresarios, hacer eventos multitudinarios convocando y moviendo masas, enamorando a una mujer hermosa y teniendo con ella una bella familia, y en últimas gozándose lo mejor de la vida y de su tierra con la música autóctona, la mejor gastronomía y haciendo lo que quiso y se le vino en gana, muriendo de manera natural a sus 88 años, en su casa, al lado de los suyos, sin enemigos, con la tranquilidad del deber cumplido, con su empresa a flote a través de sus hijos navegando en la revolución digital y lleno de elogios y merecimientos?
No tengo la respuesta precisa. O tal vez muchas. El éxito vital de Arnulfo Sánchez López en su partida terrenal, debe inscribirse en el campo del mito y la leyenda popular. Debe ser ejemplo.
Tuve el privilegio de trabajar con el periodista Arnulfo Sánchez López en el mejor momento de Econoticias.
El radioperiódico creado por Arnulfo tenía el primer lugar de sintonía de lejos, con el 90 por ciento de la audiencia en Ibagué. No había Internet, ni redes sociales.
Caminaba la década del 90. Arnulfo le acababa de comprar Ecos del Combeima a la familia Pava, después de haber sido su empleado por décadas de la mano de su mentor Jaime Pava Navarro. Pava lo descubrió en Espinal, donde lo puso a trabajar en La Voz del Centro, posteriormente en La Voz del Llano y un fugaz paso por Radio Super Bogotá antes de llegar a Ibagué.
Arnulfo era un ser multitarea, una máquina diaria: director de noticias, reportero, locutor, analista político, seguidor de los últimos gritos de la moda, hincha del Real Madrid (mucho antes que Cristiano-Beckham y los Galácticos), coleccionista neófito de pinturas de artistas tolimenses, abnegado padre de familia, esposo idolatrador de su compañera, pero sobre todo, un impulsor del tolimensismo.
Nació en Villarrica. Y aunque él mismo contaba con orgullo que tuvo un origen humilde, que había cursado solo hasta cuarto de primaria y que trabajó como maestro de escuela en Espinal, también se enorgullecía de ser un consumado autodidacta al que Dios lo había bendecido con muchos talentos y buena suerte; era católico sin ser rezandero, cercano a curas y monseñores; siempre tuvo cerca a sacerdotes que salieron al aire a diario en sus micrófonos: El Padre Pacho, Miguel Alexis Saavedra y Javier Arango, entre otros.
Todos los días vestía de saco y corbata en la templada Ibagué. No sé si por la moda, o por el clima, tal vez más frío de aquellos años, o porque algún día Jaime Pava le dijo que «había que ayudarle al diploma»; Arnulfo Sánchez hasta la primera década del siglo XXI siempre vistió de traje completo. Sus corbatas preferidas eran las francesas Hermés, muchas de ellas traídas por empresarios y políticos amigos. Mandaba a realizar los trajes a medida con telas inglesas importadas de Fabio Estrada.
Era madrugador, se levantaba a las cuatro de la mañana y le daba diez vueltas al Parque Centenario, se duchaba y faltando diez minutos para las seis ingresaba al Noticiero.

Sánchez López llegaba con las chivas o primicias apuntadas en papelitos o servilletas. Era una época donde no existía el ChatGPT, ni WhatsApp, ni el Internet, ni los celulares, ni el computador.
Arnulfo Sánchez escribió por 25 años las crónicas como corresponsal del diario El Tiempo (donde se pensionó) en una máquina vieja Olivetti. A veces las hacía a dos y tres manos, acompañado de Jorge Eliécer Barbosa (Calixto Comenta), José Ignacio Arciniegas Herrán y Jorge Álvarez Agudelo.
Generalmente, a media mañana, religiosamente, escribía el famoso «Correo de las Brujas«, sección de chismes y micronoticias políticas que amenizaba las siestas de medio día en los hogares ibaguereños. En esa tarea se sentaba y le pedía datos o ideas a periodistas como José Edy Galindo, Hernando Ortiz, Carlos Sepúlveda y otros, bajo la frase, «Hola, regáleme brujas…»
Inmortalizó frases en el micrófono como: «¡Buenos días, nos dé Dios», «Buenos días, Ibagué, urgente!…», «Ay…no me hagan eso»… «Ay Divino Rostro».
Y creó en el Noticiero otras exitosas secciones que se instalaron en las mentes de los oyentes ibaguereños por muchas generaciones desde 1970: como Martillazos, Ibagué Cívico y el Tolima Trabaja.
Los grandes personajes o políticos de la vida nacional le hacían fila para hablar primero en Econoticias. Todos los eventos importantes de la ciudad se anunciaban primero allí.
Sus denuncias descabezaban a funcionarios públicos. Era influyente al máximo a la hora de elegir alcaldes o gobernadores, desde que comenzaron las elecciones populares en el 1.991
Por ello, siempre estuvo cerca de los políticos. Unos más que otros. Pero con los que trabó más amistad se destacan desde el exsenador Pava Navarro, pasando por los Santos en El Tiempo, los tolimenses, Alberto Santofimio Botero, Francisco «Pacho» Peñaloza y más recientemente Álvaro Uribe Vélez.
¿Cómo no recordar el homenaje que le hizo a Pacho Peñaloza, con desfile automovilístico y carro de bomberos como el mejor alcalde de Ibagué?
O cómo olvidar la transmisión gigante que hizo, con caravana de recibimiento desde Melgar, cuando Santofimio fue puesto en libertad en uno de sus polémicos procesos donde el exjefe liberal le pidió perdón al Tolima en un abarrotado Parque Murillo Toro.
Le escuché decir varias veces que, aunque se consideraba conservador y gran amigo de Pava, siempre votó por el liberal Alberto Santofimio, porque «no le gustaba perder».
Arnulfo, como todo líder exitoso, y más en el bravo Tolima y en el campo de la comunicación y las sinuosas esferas de la política donde inevitablemente nos movemos los periodistas, tuvo muchos amigos y algunos pocos enemigos o detractores; unos coyunturales y otros de más largo aliento… Aunque al final de sus días, con unos y con otros, logró la cordialidad y el entendimiento que solo los seres meritorios como él logran, cuando por su trayectoria y ejecutorias consiguen colocarse por encima del bien y del mal. Solo me detendré en este aspecto en dos anécdotas:
La primera, Arnulfo estaba orgulloso porque acababa de comprar un Renault 6, último modelo, que era el carro de moda en Ibagué, a mediados de la década del 70; la compañía Sofasa le había traído el carro cero kilómetros hasta la ciudad. Por esos días transcurría una turbulencia en su relación casi siempre amistosa con el exministro Alberto Santofimio. El exjefe liberal para limar asperezas le cursó invitación a su fiesta de cumpleaños en la hacienda La Alsacia, en El Salado. El director de Econoticias asistió de guayabera blanca a bordo de su auto recién comprado. Una delegación de protocolo lo recibió y lo ubicó en una de las mejores mesas donde el periodista fue atendido a cuerpo de rey. Sin embargo, al salir, un tanto pasado de copas, Arnulfo se encontró con el Renault completamente rayado, las llantas pinchadas y los vidrios rotos. Al borde del llanto, Sánchez López se comunicó por teléfono fijo, después de caminar varios kilómetros, con su secretaria de la época, Fidelina Caicedo, quien finalmente lo recogió. Arnulfo contaría a sus amigos que años más tarde, al calor de algunos whiskies, Santofimio le reveló el nombre de la persona adscrita al Partido Liberal que le dañó el carro, eso sí, aclarándole que el excandidato presidencial rojo no había tenido nada que ver…
Y la segunda, el día en que se reconcilió con Antonio Melo Salazar, exdirector del diario El Nuevo Día, con quien había batallado una larga enemistad de más de una década desde la fundación del diario en 1992. Tal vez surgida por los egos, o tal vez alimenta por los orígenes de clase y las diferencias políticas… era común que Arnulfo disparara misiles verbales desde el micrófono contra el director del periódico y este a la vez se despachara con sendas diatribas desde el editorial o a través de anónimos columnistas como Casandra o Don Severo. Pero después de su secuestro por parte de las FARC, una vez en libertad, un Arnulfo más reflexivo y conciliador decidió que había llegado el momento del armisticio y llamó personalmente a Melo Salazar y lo invitó a una entrevista a la cabina de Ecos del Combeima en el balcón del segundo piso de la esquina de la Calle 10A frente a la Gobernación. Me correspondió tomar la única fotografía existente de ese apretón de manos.

A propósito del secuestro contra Arnulfo ordenado por el comandante guerrillero Ancizar Trujillo alias El Pollo, en el proceso de negociación, que ayudaron a coordinar y mediar humanitariamente entre otros la ecóloga Gloria Beltrán, Alberto Cruz «Pirrique», desde los micrófonos de Econoticias leíamos mensajes en clave en ese sentido, por ejemplo: «Que doña María saque la mula a la Y de que lleve cuatro cantinas de leche»...
Arnulfo Sánchez fue el creador de eventos y campañas cívicas sin igual. La Serenata a Ibagué, el Concurso de Muñecos de Año Viejo, Los Tolimenses del Siglo en el Nuevo Milenio, El Derby Aznal del Tolima, El Reinado Empresarial, El Día del Orgullo Tolimense, entre muchos…
Antes de la construcción del puente del Éxito en la calle 80, por iniciativa cívica de Arnulfo se instaló allí el Monumento a La Música, diseñado por el maestro Arenas Betancourt, consistente en una estructura que sostenía cuerdas y cilindros que al chocar por el viento producirían las primeras notas del Bunde Tolimense. A la inauguración asistió el presidente Samper.
Fue amigo de escritores y de músicos. Entabló migas con el vallecaucano exalcalde de Tuluá Gustavo Álvarez Gardeazabal quien tuvo columna en Econoticiasy fue cercano al médico y compositor Jorge Villamil Cordobés. De este último, soy testigo del día en que Arnulfo explicó por qué bautizó «Luna Roja» su casa de descanso en Villa Restrepo, en el Cañón del Combeima: «Al igual que Villamil, un hombre del Tolima grande compuso esa canción en homenaje al Llano, yo bauticé así mi casa porque soy del Tolima y me enamoré de una hermosa llanera (Ángela Baquero)».
Aunque no tenía conocimientos de arte, coleccionaba pinturas originales de artistas tolimenses. Esa pasión se la inculcó otro de sus grandes amigos: el escritor Carlos Orlando Pardo. Arnulfo montó una galería en la sala de su apartamento. El cuadro que más quería era un óleo del tolimense Darío Jiménez, que detrás del lienzo tenía un fragmento de un poema de Baudelaire.
En lo musical, fueron famosas en Ibagué las tardes de tertulia convocadas por Arnulfo con música en vivo de Silva y Villalba, Los Inolvidables, El Viejo Tolima, María Mercedes Falla y Faxir Sánchez, entre otros. Arnulfo fue el impulsor de la música tolimense y era amigo de todos los artistas del Tolima.
Cumplía años el 24 de junio, día del San Juan, el día más festivo del Tolima. Para celebrarlo, nunca faltaron los tamales traídos directamente desde Espinal. La tarea se la encomendada a un periodista espinaluno al que llamábamos Pilín. En épocas de subienda, a principios del año, eran obligatorios los viajes con Arnulfo a comer viudo de capaz a la orilla del Magdalena en Honda.
Arnulfo fue formador y maestro de decenas de periodistas que hicieron escuela en Econoticias. Entre los que recuerdo: Manuel Mendieta, Humberto Briñez, Humberto Leyton, Eduard Amaya, Héctor Sánchez Vega, Jorge Mendez jr, Edgar Espinosa, Francy Sánchez, Lina Galindo…
En fin, son trazos de la vida de leyenda de Arnulfo Sánchez López, un hombre al que los tolimenses recordaremos siempre con cariño, afecto y agradecimiento.
REDACCIÓN Rubén Darío Correa
