En una jornada que prometía ser una celebración del fútbol colombiano, la final de la Copa BetPlay entre América de Cali y Atlético Nacional se convirtió en un escenario de caos y violencia. El encuentro, que se disputaba en el estadio Olímpico Pascual Guerrero, fue interrumpido a solo cinco minutos de finalizar, en el minuto 85, debido a violentos disturbios entre los hinchas de ambos equipos en las tribunas.
La situación se tornó crítica, lo que llevó al árbitro a decidir la suspensión del partido. La Policía Nacional intervino con el objetivo de restablecer el orden y garantizar la seguridad de los asistentes al evento. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, la confrontación entre los aficionados continuó, resultando en al menos 30 heridos, incluidos tres policías que fueron atendidos en un centro médico tras los enfrentamientos.
El coronel Carlos Oviedo, comandante de la Policía Metropolitana de Cali, lamentó los hechos y destacó la intervención de las autoridades para evitar que los hinchas ingresaran de forma violenta al campo de juego. «Se presentaron daños materiales en el estadio, y algunos integrantes de las barras del América de Cali intentaron acceder a la gramilla», manifestó Oviedo.
Este episodio de violencia no solo empañó lo que debía ser el clímax de la temporada futbolística, sino que también dejó a los aficionados lamentando cómo estos actos desmedidos oscurecen la pasión por el deporte, un sentimiento que debería unir y no dividir. La comunidad futbolística ahora enfrenta el desafío de reflexionar sobre la seguridad y el comportamiento en los estadios para evitar que situaciones como esta se repitan en el futuro.