En una tragedia que ha conmovido a toda la comunidad, un voraz incendio consumió la noche del sábado 7 de diciembre de 2024, en plena celebración del Día de las Velitas, al menos 30 viviendas en el barrio La Esperanza, en Bosa, Bogotá. La emergencia, que obligó a movilizar a los organismos de rescate, ha dejado a cerca de 45 familias sin hogar, enfrentando una dura realidad justo antes de las festividades navideñas.
Aunque afortunadamente no se reportaron heridos, el impacto emocional y material en la comunidad es devastador. El fuego, que se originó en una bodega de plásticos, se propagó rápidamente y dejó las estructuras de las casas en condiciones críticas, siendo declaradas inhabitables por el riesgo de colapso. Las familias damnificadas, en su mayoría, tuvieron que evacuar de manera apresurada, dejando atrás sus pertenencias y recuerdos.
“Fueron horas de zozobra e impotencia. Es algo que no se puede describir con palabras”, relató Sandra Benavides, una de las afectadas. Diana Guerra, otra víctima, expresó su desolación: “Nos dejaron sin dónde vivir, todo lo que construimos durante años quedó en estas casas, completamente destruido”.
Los vecinos, quienes intentaron apagar las llamas antes de la llegada de los bomberos, apuntan a que el incendio pudo haber sido provocado por un volador que cayó sobre el icopor de la bodega. Esta hipótesis se suma a la angustia de quienes han perdido todo. Arseliano Palacios, un adulto mayor, dejó atrás sus pocas pertenencias y ahora busca refugio en casa de familiares.
Ante la devastación, los afectados han hecho un llamado urgente a las autoridades locales para recibir apoyo inmediato. En un panorama de desolación, los vecinos han improvisado cocinas en plena calle, mientras esperan la ayuda prometida. El Instituto de Gestión del Riesgo ha anunciado un apoyo económico de hasta tres meses para la reubicación temporal de las familias más afectadas.
La tragedia ha dejado cicatrices profundas en la comunidad de La Esperanza. Muchas familias, como la de la señora Nieves y su hijo, ahora pasan las noches al raso, abrigándose con cobijas y esperando un futuro incierto. Mientras tanto, la solidaridad entre vecinos se ha hecho evidente, con ollas comunitarias para preparar alimentos, aunque la necesidad de víveres y ropa se vuelve cada vez más urgente.
En esta época de celebración, la comunidad de Bosa se enfrenta a un desafío monumental, apelando a la generosidad de todos para ayudar a quienes lo han perdido todo.